La Tierra no deja de sorprendernos con hallazgos que descubren los orígenes de sus primeros habitantes animales. En el 2011 ocurrió un increíble hallazgo en la Antártida, un fósil que llamaba la atención por su gran tamaño y una apariencia de pelota desinflada. Sin embargo, el descubrimiento se mantuvo en misterio hasta que unos investigadores de la Universidad de Texas en Austin, descifraron de qué se trataba.
Era el huevo de dinosaurio más grande descubierto hasta la fecha. Las conclusiones de la expedición, 9 años después de haberse encontrado el fósil, fueron publicadas en la revista Nature, surgiendo nuevas preguntas sobre la reproducción de los dinosaurios y sus evoluciones.
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El misterio resuelto después de nueve años
La expedición que deslumbró la existencia del huevo de dinosaurio más grande, fue llevada a cabo por un grupo de chilenos, en la Isla Seymour. Inicialmente, los investigadores no pudieron descifrar a qué correspondía el fósil. Su gran tamaño, de unos 29 centímetros y 6.5 kilos hacía imposible creer que correspondiese a un huevo. Desde la ficción se consideraba que las crías de dinosaurio emergían de huevos de cáscara dura, y dicha teoría era apoyada por paleontólogos a partir de otros hallazgos de especies como los pterosaurios.
Sin embargo, el análisis llevado a cabo por científicos estadounidenses, logró descifrar que el fósil correspondía a un huevo de masa blanda muy bien conservado. A partir de la publicación, el descubrimiento fue llamado Antarcticoolithus bradyi, de la traducción “huevo de piedra antártico tardío”.
La particularidad que atrae el hallazgo, más allá de su gran tamaño y más de 60 millones de años de antigüedad, se relaciona con la preservación de una masa blanda, cuando lo común es su descomposición debido a la capa proteica que les envuelve. De hecho, los descubridores consideraban que el fósil podría tratarse de un estómago de reptil o la formación de varias algas.
Se mantuvo bajo protección en el Museo de Historia Nacional en Santiago, Chile, hasta 2018. Fue Julia Clarke, investigadora de la Universidad de Texas que visitó el Museo y planteó que tal vez podría tratarse de un huevo, a pesar de su forma aplastada. Ante la sugerencia de Clarke, se revisaron imágenes de huevos de serpientes marinas. Encontraron ligeras similitudes en sus pliegos después de la eclosión, y ya “la cosa” encontrada podía dirigir hacia otros resultados. A partir de ese año, el fósil pasó en manos de la Universidad e investigadores estadounidenses.
Es el segundo huevo de dinosaurio más grande, superado por el famoso huevo “ave elefante”, una especie ya extinta que habitó en las junglas de Madagascar hasta el siglo XVIII.
La especie del huevo de dinosaurio más grande
Según el estudio mencionado, se asocia el fósil a una especie de reptil marino que habitó el Planeta hace 66 millones de años. El Mosasaurio es descrito como una bestia gigante adaptada al agua, directamente relacionados con los lagartos de lengua bífida, como las serpientes y el dragón de Komodo.
Durante la era mesozoica, el reptil marino habitó las zonas de Norteamérica, Sudamérica, Europa Occidental y la Antártida. La Isla Seymour, ubicada en la costa de la Antártida, es reconocida por geólogos y paleontólogos como una zona abundante de fósiles, donde se han podido descubrir otros restos de Plesiosaurios y Mosasaurios.
En el 2017, fueron encontrados los rastros de Kaikaifilu hervei, el Mosasaurio más grande en este Hemisferio del Planeta, y con la misma edad de antigüedad que posee el huevo antártico. El tamaño del reptil se estimó de entre 7 a 10 metros, por lo que, los investigadores no creen difícil que el huevo de dinosaurio más grande descubierto en la Antártida pertenezca a dicha especie.
Su nombre científico corresponde a “reptil de Mosa”, debido al primer fósil de una mandíbula gigante en el río Mosa, Holanda. Sus dimensiones eran descomunales, pero la forma corporal recordaba a la contextura de serpientes. Son considerados los depredadores más grandes del mundo, después del Liopleurodon.
Estos dinosaurios tenían un cuerpo aplanado, con ojos de gran tamaño pero con poca visión binocular. Su olfato no estaba muy desarrollado. Aparte de su tamaño de hasta 20 metros, lo más característico de la especie fue su mandíbula con dientes en todo lo largo, incluso en el paladar. Se cree que los Mosasaurios vivían cerca de la superficie, donde cazaban otros Mosasaurios de menor tamaño, peces, tortugas y amonitas.
Por otro lado, la Isla Seymour se ha convertido en una joya de la paleontología por su constitución enriquecida con fólises de excelente preservación. Los hallazgos en la isla abarcan períodos desde el Cretáceo hasta el Paleógeno, de unos 70 a 24 millones de años en la historia del Planeta.
La expedición en 2011
El curioso huevo gigante fue descubierto durante una expedición realizada por el Instituto Antártico Chileno (INACH), en el 2011. Dicha expedición marcó un hito para los investigadores chilenos, convencidos de que todavía pueden encontrarse mejores respuestas sobre las crías de dinosaurios en cáscaras blandas.
Las cáscaras blandas
Tanto mamíferos, reptiles y aves comparten el elemento común de una membrana interna que los protege durante la etapa embrionaria. Dicha membrana permite que la cría en su interior no se seque y perezca. Además, se crea un colchón que hace más “cómoda” la experiencia en los primeros momentos de vida.
Los mamíferos lo guardan en el interior de su cuerpo, mientras que otros animales lo expulsan en forma de huevo. Para las crías en huevos, hay dos tipos:
- Los amniotas, con una cáscara blanda. Este es el caso de tortugas y lagartos
- De cáscara dura, como las aves
Ambas variaciones representan una visión evolutiva diferente. ¿Qué implica que el descubrimiento del huevo de gran tamaño sea de cáscara blanda y no dura como se creía? ¿Cuáles serán los próximos caminos en las investigaciones científicas? ¿Fue el primer huevo de dinosaurio en la historia de textura blanda? Las interrogantes continúan, a pesar de las expediciones y estudios.